-Evangelización en Hispania
Según la leyenda, tras el Pentecostés (hacia 33 d. C.), cuando los apóstoles son enviados a la predicación, Santiago habría cruzado el mar Mediterráneo y desembarcado para predicar el Evangelio en la Hispania (actuales España y Portugal). Según unos relatos, su prédica habría comenzado en la Gallaecia, a la que habría llegado tras pasar las Columnas de Hércules, bordeado la Bética y la deshabitada costa de Portugal; otras tradiciones afirman su llegada a Tarraco y su viaje por el valle del Ebro, hasta entroncar con la vía romana que recorría las estribaciones de la Cordillera Cantábrica y terminaba en la actual La Coruña. Esta tradición hace de Santiago el santo patrón protector de España.
En cualquier caso, la tradición de la evangelización por el Apóstol Santiago indica que éste hizo algunos discípulos, y siete de ellos fueron los que continuaron la tarea evangelizadora una vez que Santiago regresó a Jerusalén. Para ello fueron a Roma y fueron ordenados obispos por San Pedro. Son los siete Varones apostólicos. La tradición de los Varones Apostólicos los sitúa junto a Santiago en Zaragoza cuando la Virgen María se apareció en un pilar. De acuerdo a la tradición cristiana, hacia el año 40 la Virgen María se apareció a Santiago el Mayor en Caesaraugusta. María llegó a Zaragoza «en carne mortal» —mucho antes de su asunción— y como testimonio de su visita habría dejado una columna de jaspe conocida popularmente como «el Pilar». Se cuenta que Santiago y los siete primeros convertidos de la ciudad edificaron una primitiva capilla de adobe en la vera del Ebro.
Este testimonio es recogido por un manuscrito de 1297 de los Moralia, sive Expositio in Job, de Gregorio Magno, que se custodia en el Archivo del Pilar. Según Nougués, la capilla se reedificó en 318.
Aunque no se encuentra constancia de la presencia de cristianos en Galicia antes de mediados del siglo III, se conoce, sin embargo, que existían poblaciones cristianas importantes ya durante el siglo II en las ciudades de la Bética y la Tarraconense, aunque los restos no permiten distinguirlos claramente de las comunidades judías preexistentes hasta el siglo III, lo cual es común a todo el Imperio. El desarrollo del cristianismo en la Península fue rápido e intenso, como lo indican otras tradiciones. Es significativo que fuera en Hispania donde se celebrara el primer concilio conocido tras el de Jerusalén (Concilio de Elvira, hacia 303), recién acabada la persecución de Diocleciano.
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